La melancolía de Saturno

La melancolía, en su más básica acepción, define un permanente estado anímico de tristeza y desinterés que dominan el ánimo de quien la adolece afectando todas sus emociones.

Prácticamente todas las disciplinas de las ciencias humanas intentan o han intentado alguna vez indagar en ella, siendo un continuo afán desde tiempos remotos y dando lugar a las más diversas explicaciones y justificaciones en un empeño por comprender lo inconmensurable. Sin embargo, la melancolía nos parece aún más instalada e inaprensible que nunca.

Una de las herramientas más útiles en el mundo antiguo para analizar y clarificar el asunto los sentimientos humanos fue la astrología. Después de llegar a través de los babilonios a los griegos, éstos consolidaron un sistema de división de los planetas, en benéficos y maléficos, que fue la base de las predicciones astrológicas posteriores. Saturno (el planeta más lejano de la tierra que conocían por aquel entonces) fue catalogado como astro maléfico, lo cual condicionó el hecho de que posteriormente se asociara la influencia de este planeta con la melancolía.

Melancolía I. Durero. 1514

Por otro lado, en el siglo I a.C. Hipócrates, el padre de la medicina, difundió la Teoría de los cuatro humores según la cual nuestro cuerpo se compone de cuatro sustancias básicas llamadas humores, estos fueron identificados como bilis negra, bilis, flema y sangre. Así, una persona sana tiene un equilibrio de estas substancias y una enferma tendría algún exceso de alguna de ellas. Todas las enfermedades y discapacidades resultarían por consiguiente de un exceso o un déficit de alguno de estos cuatro humores. A cada uno de ellos se le hacía corresponder uno de los cuatro diferentes temperamentos: el optimista, el irritable, el impasible y el melancólico, cuya sustancia correspondía a la bilis negra. Se consideraba que en un individuo equilibrado ninguno de los temperamentos prevalecía por encima de otro. Pero en la práctica, se admitía que en cada hombre uno de los cuatro humores dominaba sobre los otros, determinando así el carácter.

Los cuatro humores

Aristóteles fue más allá y relacionó el humor melancólico con el talento en las artes y las ciencias. Esta melancolía provocada en el carácter por exceso de bilis negra, podía generar depresión, apatía, ansiedad, excentricidad, ser propenso a situaciones de locura y todo esto acompañado de una gran creatividad.

Melancolía, se dice, significa ingenio, de modo que aquello que podía parecer una desgracia (el ser de temperamento saturnino) resultó gracias a la mediación de Aristóteles, una especie de facultad privilegiada, temible y peligrosa, exaltando tal privilegio como genio.

Estas creencias se mantuvieron prácticamente durante toda la Edad Media y con el Renacimiento y el surgimiento de las ideas neoplatónicas la idea tomó mayor fuerza.

La figura del artista elevaba su consideración y llegó a la consolidación de su labor como la de un ser dotado de facultades especiales, Alberti sugirió en su tratado De pictura, que el artista se podía considerar como un dios.

El filósofo del Renacimiento Marsilio Ficino, gestor de las ideas neoplatónicas, escribió de forma abundante sobre la melancolía, que él mismo padecía, y de la influencia de Saturno. La consideró un destino que, por otro lado, de ser aceptado, tenía en sí el germen de la creatividad. Es de Ficino de quien proviene la exaltación de la melancolía a una posición de superioridad espiritual, siguiendo de alguna manera con las ideas de Aristóteles.

Marsilio Ficino, creía que los inspirados estaban bajo un estado de locura divina. A partir de entonces se aceptó la idea de que el artista creaba bajo un estado de locura inspirada, una locura que dependiendo de su grado de intensidad podía ser positiva y convertirse en un genio, o negativa convirtiéndose en una patología.

Melancolía. Edvard Munch. 1895

El primer arquetipo de artista influido por Saturno fue Miguel Ángel. Buonarroti, representa el primer artista, solitario, poseído y obsesionado por sus ideas. Sin ninguna duda un genio enfermo de bilis negra.

Vivía bajo un estado de melancolía que le provocaba la dureza y soledad de su trabajo. Una cuestión ambigua como el mismo dios Saturno, ya que este sentimiento a la vez lo atormentaba y le satisfacía dándole momentos de furor creativo. Miguel Ángel es, en definitiva, el primer artista, que se siente profundamente atado a su genio, una potencia superior que se impone a su propia voluntad.

Jeremías. Capilla Sixtina. Miguel. Ángel. 1511

En este sentido Miguel Ángel se adecua a una imagen que en aquel periodo, la primera mitad del siglo XV, comienza a tomar forma y que calará muy hondo en el paradigma posterior del arte y del artista.

Con el transcurso del tiempo y con el avance de la medicina, la psicología ha venido aportando un nuevo rumbo a la definición y diagnóstico de la melancolía ya asumida en nuestra sociedad y a la que se ha recodificado como depresión, ansiedad o angustia. No obstante sigue siendo sumamente difícil abarcar el impacto que produce, lo que nos sigue obligando a pensar en una diversa emocionalidad vital de carácter inconmensurable.

Se sabe que la melancolía se corresponde a un sentimiento de desidia, falta de interés por las cosas, pero que a su vez conlleva a un profundo ensimismamiento que supone también un momento de producción de pensamientos e ideas muy fértil, un estado de sublimación de los sentidos propicio a la creatividad y a la imaginación, pero que al mismo tiempo produce una especie de paralización debido a una conciencia de derrota existencial. Lo cual nos conduce a pensar que los hombres, seres humanos perturbados por la ansiedad de la vida, pueden llegar en sus momentos más bajos a producir belleza.

Este es otro de los caminos que se ha elegido por parte de la historiografía artística para exaltar la imagen del autor desbocado por la exacerbación de su genio, caldo de cultivo en torno al mito de la melancolía.

Pero también han habido diferentes enfoques con respecto a la melancolía y su mitificación. En plena Revolución Industrial, Víctor Hugo definía “La melancolía como el placer de estar triste”, es decir, la melancolía no solamente como patología o cualidad de mentes privilegiadas, sino también como acto voluntario de permanecer en el desconsuelo. 

Evidentemente, en un contexto social condicionado a aquéllos con unas posibilidades materiales que les permitieran un cierto relajamiento frente a las necesidades de subsistencia diaria. Un profesor de la Universidad de Oxford, Robert Burton, en su libro Anatomía de la melancolía, acusaba el ocio como la causa principal de la misma y la actividad como el mejor remedio.

Ya en los albores del siglo XX el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, también desarrolló su propia teoría sobre la melancolía. En su texto Duelo y melancolía, analiza emociones como la melancolía que, bien canalizadas, podían originar manifestaciones artísticas e intelectuales. De este modo, las teorías de Freud enlazan con la tradición renacentista que comprende la melancolía como emoción propicia para la creatividad y la inspiración.

La creación de arte, belleza y conocimiento como resarcimiento de la dolorosa melancolía. Lo cierto es que en el curso de nuestra historia humana, la melancolía ha ido variando en importancia y diagnóstico, pero se ha mantenido de forma más o menos constante en las artes, como fuente de influencia y de creatividad.

En el Siglo de Oro en España y en Europa la melancolía se asumía de una manera natural, todos eran melancólicos. Bien sea debido al contexto social o cultural, a lo largo de toda la historia del arte, tenemos por evidencia una larga lista de artistas determinados por una historia vital, existencialista o no, que actúa en sus obras. 

Una producción artística tras la que pesa siempre una biografía y que nos evidencia el testimonio de humanidad de una ser común y corriente más que el talento portentoso de un genio. Veamos:

En 1606, Caravaggio mató a un hombre en una reyerta y se vio obligado a huir de Roma a donde, muy a su pesar, nunca pudo volver. Murió cuatro años después en una playa solitaria, aquejado de malaria. Caravaggio pintaba con rapidez, casi con furia sus cuadros, los temas que desarrolla son una reflexión sobre la muerte y la maldad en clave personal. En su última época había pintado algunas obras en las que su dramatismo característico dejaba paso a una gran serenidad.

David vencedor de Goliat. Caravaggio. 1602

Francisco de Goya sufrió una grave enfermedad que marcó un antes y un después, no sólo en la vida del artista, sino en su obra pictórica. Según la crítica especializada, La pinturas negras de Goya estarían motivadas por la conciencia del pintor de su decadencia física y sobre todo por las consecuencias de la grave enfermedad que padecía y que le postró en un estado de debilidad y cercanía a la muerte que se refleja en el cromatismo y el asunto de estas obras.

Las Parcas. Francisco de Goya, 1819-1823

Paul Gauguin, harto de la miseria y el poco reconocimiento de su trabajo viajó a Tahití en donde además de pintar se metió en una serie de problemas que lo encerraron en prisión. En 1903 el artista murió a consecuencia de una sífilis y su débil voluntad, afligida por una vida acompañada de alcohol, soledad y una gran decepción.

Autorretrato. Paul Gauguin. 1888

La polémica vida de Van Gogh le posicionó como uno de los pintores con más problemas a nivel psiquiátrico. La esquizofrenia y el trastorno bipolar fueron las dos razones por las que el pintor entró en un cuadro maníaco-depresivo del que le fue imposible salir, pues todos estos desórdenes convertían los días del pintor en momentos de alucinaciones, episodios de una epilepsia psicomotora que lo confundían hasta el grado de la amnesia y una psicosis que alteraba su capacidad creadora.

Parte del mito de este artista radicó en que algunos de sus cuadros (de hecho los más famosos) fueron pintados cuando estaba en la fase más aguda de su enfermedad, mientras se encontraba internado en el manicomio de Saint-Rémy.

Campo de trigo con cuervos.  Vincent van Gogh. 1890

Frida Khalo, con apenas 18 años, sufrió un accidente de tranvía que la marcaría el resto de su vida teniendo que ser sometida a numerosas operaciones (32 para ser exactos). El dolor en su pierna derecha era intolerable y en agosto de 1953 tuvieron que amputársela por debajo de la rodilla. Le construyeron una pierna artificial que le permitía caminar, pero la operación la sumió en un estado de depresión profunda. Cinco meses más tarde, se las arreglaba para caminar distancias cortas con la pierna artificial e incluso apareció unas pocas veces en público. Su estado de ánimo cambiaba desde la euforia hasta pensamientos de suicidio. Frida declaraba: «Nunca pinto sueños o pesadillas. Pinto mi propia realidad».

La columna rota. Frida Kahlo. 1944

Sobre Munch se ha especulado bastante. Al parecer el pintor expresionista padecía una esquizofrenia, aunque el diagnóstico final arrojó una depresión caracterizada por su introversión fundamentada en los excesos alcohólicos y su continuo acercamiento con la muerte, pues vio fallecer a su madre y hermanas.

Munch escribió en sus diario: «Mi temor a la vida es necesario para mí, como lo es mi enfermedad. Son indistinguibles de mí y su destrucción destruiría mi arte».

Llanto desnudo. Edvard Munch. 1913

Rothko fue un autor que conforme aumentaba su éxito en el mundo artístico, también incrementaban las muestras de una depresión que acabaría por llevarle al suicidio.

Kirchner, líder del expresionismo alemán, sufrió una terrible depresión durante los primeros años de la Gran Guerra. Fue repatriado en el frente y cuando pudo se aisló en las montañas por lo sufrido en el campo de batalla. Al retornar de la guerra, en 1915, su situación mental no mejoró y su salud se resintió más tras sufrir un atropello. Tuvo que optar por la tranquilidad de los alpes Suizos donde siguió pintando paisajes más tranquilos y paradójicamente menos estimados por la crítica actual. En 1937, en plena ascensión del nazismo, su arte se calificó de «arte degenerado» y se destruyeron muchos de sus trabajos. Su precaria situación emocional empeoró a raíz de ello y se suicidó.

Artilleros. Ernst Ludwig Kirchner. 1915

Modigliani cuenta con una corta trayectoria de autodestrucción. Tenía una salud un tanto precaria que se fue deteriorando con rapidez debido a sus vicios. Tras un largo período en el que sus vecinos no sabían nada de él y después de una noche de excesos y de haber peleado con unos vándalos en la calle, le encuentran delirando en la cama. Lo único que puede hacer el médico es atestiguar que su estado es desesperado. Muere de meningitis tuberculosa en 1920.

Emil Nolde, influido por Vincent van Gogh, Edvard Munch y James Ensor, desarrolla como Munch una obra solitaria y singular. Es considerado por el régimen de Hitler al igual que Kirchner «artista degenerado» y le prohíben pintar. Retirado en solitario, realiza lo que llamaría «los cuadros no pintados»: un importante número de acuarelas y grabados expresionistas.

Francis Bacon, considerado el pintor del sufrimiento, de la soledad, de la ansiedad, del sexo, de la violencia, del cuerpo humano en su expresión más animal. Tuvo una personalidad tan fuerte y atormentada como su obra. Su homosexualidad marcó su trabajo tanto como su vida. Una homosexualidad vivida siempre al dictado de sus impulsos más básicos, atraído siempre por el abismo.

Tres estudios para figuras en la base de una crucifixión. Francis Bacon. 1944

Se escapan muchos ejemplos que como los anteriores nos hablan de artistas que expresaban en cada trazo lo que su mente no podía contener más. No obstante, la figura del artista melancólico deja de tener relevancia con el tiempo elevando también otro tipo de connotaciones a la figura del artista no menos importantes como el juicio, la disciplina y el estudio, reivindicando con ello que tampoco hay que estar enfermo o loco para ser un artista. Aún así, el mito está fundado, aunque ello no excluya que el oficio del artista se pueda desarrollar de forma amena y gratificante, o que por ejemplo hubiesen artistas que no reflejaran su estado de ánimo en su obra.

Es el caso de Manet, que hacia 1880 sufrió un importante deterioro de su salud a causa de un problema circulatorio crónico que no mejoró a pesar de someterse a multitud de tratamientos. A causa de su enfermedad circulatoria crónica, le fue amputada la pierna izquierda y diez días más tarde falleció a los 51 años de edad. Su obra nunca reflejó el sufrimiento a causa de su enfermedad. O también el caso de Miró, que fue una persona señalada por una tendencia depresiva constante, que lo llevó de un lado a otro entre situaciones psicópatas, oscilaciones de depresión y períodos alternados de productividad exitosa e inactividad irrevocable.

El caso es que nos enfrentamos a la lucha personal de artistas que aún resuenan en el legado artístico que le entregaron a la humanidad. Un furor, un sentimiento, una angustia o el padecimiento de una enfermedad expresados, comunicados como un grito de desesperación y a la vez de desconsuelo. La reflexión da entonces un vuelco, del don innato del artista a la normalidad de una condición humana que les determinó y para lo cual la única vía de escape, de liberación, fue su arte.

Entradas populares de este blog

Los "ismos". Primeras vanguardias del siglo XX

Romanticismo, de lo bello a lo sublime

Antropocentrismo