El rescate del olvido

Con la vinculación de Colombia en los mercados internacionales a mediados del siglo XIX se propició una extracción intensiva de recursos naturales en el territorio y el paisaje cambió drásticamente. 

Desde 1907 las mejoras tecnológicas y de las rutas de comunicación junto con la disponibilidad de hombres, mujeres y niños para convertirse en obreros, permitieron el crecimiento de fábricas y grupos empresariales. Estos grupos finalmente desplazaron la producción artesanal.

La ganadería y el petróleo en los Llanos Orientales, el monocultivo extensivo de banano y palma en el Caribe y la extracción del caucho en la región Amazónica, son los tres casos que mejor ejemplifican la explotación de recursos que se valen de la mano de obra de miles de trabajadores, normalmente mal pagados e incluso esclavizados, mediante la privatización de predios y uso exclusivo de la tierra que generan cambios ambientales y tensas formas de socialización entre colonos, nativos y empresarios.

Para poder satisfacer la demanda generada por el consumo masivo se ha generado una sobre explotación de recursos naturales y humanos.




Uno de los casos más dramáticos de este fenómeno fue la “masacre de las bananeras”. Un exterminio de trabajadores de la United Fruit Company que se produjo en la noche del 5 al 6 de diciembre de 1928 en Ciénaga, Magdalena.

La plaza central del municipio de Ciénaga había sido ocupada esa noche por una multitud de trabajadores que se manifestaban en apoyo a una huelga de más de un mes organizada por el sindicato de los trabajadores que buscaban garantizar mejores condiciones de trabajo.

La empresa norteamericana había monopolizado, por muchos años, ferrocarriles, tierras, transporte, autoridades, las comunicaciones, el negocio de abastecimientos, la electricidad, las exportaciones y, por supuesto, la producción bananera. La United Fruit Company era la dueña de todo. 




Habían implantado un enclave colonial con el uso de métodos esclavistas y condiciones infrahumanas de trabajo para los obreros. Los gobiernos le rendían pleitesía pero, más aún, el de Miguel Abadía Méndez, hasta cuando los obreros decidieron organizarse para rebelarse ante su paupérrima situación.

El entonces presidente de Colombia, el mencionado Miguel Abadía Méndez, ante las exigencias de reivindicaciones proletarias, decidió enviar fuerzas del ejército comandadas por el General Cortés Vargas y militarizó la zona.  

La noche del 5 diciembre, tras la lectura de un decreto y la exigencia de su cumplimiento, las fuerzas militares, frente a una multitud de no menos de 7.000 trabajadores de las bananeras de la United Fruit Company, procedieron a accionar sus armas contra los trabajadores para despejar la plaza, dejando tras de sí un número desconocido de trabajadores que murió en el acto.



¿Cuántos fueron los muertos? La versión oficial dijo que sólo fueron nueve. El mismo Cortés Vargas reconoció que se trataron de 47 fallecidos. El por entonces embajador de Estados Unidos en Colombia, Jefferson Caffery, en un reporte al Departamento de Estado sobre lo ocurrido, dijo que, según la United Fruit Company, el número de huelguistas muertos superó los mil.

Lo cierto es que la lamentable reacción del gobierno conservador a la huelga bananera y las vehementes denuncias que Jorge Eliécer Gaitán había hecho sobre la situación, fueron los factores primordiales que contribuyeron en 1930 a la caída del poder de los conservadores después de casi cincuenta años de gobierno.


Jorge Eliecer Gaitán visitó la región y tras regresar a Bogotá, en el congreso denunció la forma como el ejército colombiano por orden del gobierno asesinó a miles de mujeres, hombres y niños para proteger los intereses de la United Fruit Company. El General Cortes Vargas, quien resulto exonerado por estos hechos, explicó que decidió atacar a los manifestantes, para impedir que los buques de guerra de los Estados Unidos invadieran el territorio colombiano.



Hoy por hoy, más de medio siglo después, la masacre de las bananeras no ha caído en el olvido en gran medida por la insistencia de no pocos artistas, que en un esfuerzo de memoria y reivindicación, traen a su obra el recuerdo y la denuncia de lo sucedido.

Por ejemplo, el recuerdo de esa terrible noche ha sido grabada en la memoria colectiva por dos de nuestros más grandes novelistas: Álvaro Cepeda Samudio en su obra La casa grande y el magistral Gabriel García Márquez que en su obra Cien años de soledad describe “cómo los cadáveres eran transportados en un tren interminable y silencioso para ser arrojados al mar como el banano de rechazo”.






François Bucher, en su obra United, registra el proceso de envejecimiento por oxidación de la fruta, durante el cual se va haciendo cada vez más visible la palabra United (aludiendo a la United Fruit Company) a medida que la fruta se pudre.

En esta obra el artista nos muestra su reflexión sobre la manera en que las multinacionales han intervenido en la realidad política y social de Colombia. Se ve en la obra cómo con la llegada de la United Fruit Company llegaron también muerte, destrucción y guerra.


United. François Bucher, 2005

Otros artistas, desde otros frentes, hacen un recordatorio persistente sobre las relaciones neocoloniales dentro del nuevo orden mundial y la división del trabajo. Un ejemplo representativo, es el artista Moisés Barrios, que con su propuesta Una república bananera nos recuerda los complejos procesos históricos de un país como Guatemala.


Una República bananera. Moisés Barrios, 1998

Antonio Caro es otro artista más que en su obra también hace alusión al problema de la minería en Colombia, la colonización a través de la explotación de los recursos minerales y de la explotación de la mano de obra, problemas tan vigentes en nuestro país que nos obliga a realizar esfuerzos de memoria para que el olvido no nos lleve a repetir los mismos errores una y otra vez.


Minería. Antonio Caro, 2013

Y es que de no ser por el poder de la creación de muchos artistas, el sacrificio de los obreros bananeros probablemente hubiera quedado en el olvido. Porque el arte también es memoria, es un esfuerzo por permanecer, por alejarse del olvido, por hacer que el ruido del recuerdo nunca nos deje permanecer impasibles ante nuestro pasado.

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