Desobediencia y pasión

Camille Claudel tuvo una brillante trayectoria que se evidencia en cada detalle de cada una de sus obras. Escultora francesa de fin de siglo, más conocida y recordada (injustamente) como la amante de Auguste Rodin y la hermana del poeta Paul Claudel que como la mujer artista que propuso nuevas formas de expresión, rompió con la academia o que revolucionó la escultura convirtiéndose en puntal del expresionismo.


Camille Claudel (1864 - 1943)

Camille Claudel vivió en una época cerrada y misógina. A finales del siglo XIX, ser artista y mujer no era algo que entrara en los parámetros de la lógica en el ámbito de la producción escultórica, un mundo hecho a la medida de la masculinidad.

Desde muy pequeña, había mostrado interés y aptitudes por el modelado en barro. Esta inclinación artística era algo que exasperaba a su madre cuya relación nunca fue buena, su aversión hacia Camille se remonta a la muerte del primogénito Charles-Henri, con tan sólo 15 días. La madre quedó muy afectada, porque aún a finales del XIX, la idea de primogenitura seguía muy vigente así que, el error de Camille fue nacer mujer.



Además, Camille Claudel, fue una mujer que nunca quiso adaptarse a las convenciones burguesas de su entorno. Peleó con sus manos, con su talento, con su deseo de libertad y más tarde con su propio derrumbe. Su carácter obstinado e indómito chocó con todas las estructuras de la época. Tras enfrentarse a un mundo de hombres para defender su trabajo artístico, su crisis personal con Rodin y con su propia familia terminó por quebrantar su salud. Un día, con una orden de la familia Claudel, irrumpen en su taller unos enfermeros que se la llevan para ser ingresada en un centro psiquiátrico.

Es harto conocido que Camille padeció el tener que trabajar como una obrera en el estudio de Rodin, sin poder hacer obras propias, incluso después de haber demostrado ser una gran escultora. De hecho, durante muchos años obras suyas fueron atribuidas a su maestro. Trabajando para él, en su taller durante muchos años, llegó a ser su mejor debastadora y colaboró en los proyectos más importantes del maestro.


Auguste Rodin - Camille Claudel

La escultura de Camille, al principio influida por Rodin, acabó impregnando poderosamente la de su maestro, con su fuerza y sensualidad, profunda y deslumbrante. Rodin era consciente del enorme talento de la artista y temía que le hiciese sombra, por ello nunca le ayudó a salir adelante y le abandona.

Sola y sin recursos, la artista sufre graves crisis nerviosas que se agudizan hasta el punto de recluirse en su taller y destruir sus obras. En un momento en que la psiquiatría ejercía sus prácticas más abyectas, Camille fue recluida por su propia familia en un centro psiquiátrico donde permaneció los 30 años que le quedaban de vida, jamás pudo volver a esculpir.


Hospital psiquiátrico de Montdevergues
Por aquel entonces, en Francia, se ejercían las peores prácticas psiquiátricas. A Camille se le diagnostica una manía persecutoria y delirios de grandeza. La artista no podía tener razón en defender que era una gran escultora y que se le había ninguneado.

Habría tenido momentos de delirio, pero seguramente tuvo muchos más de lucidez, tal como prueban sus cartas. Unas cartas donde denuncia la injusticia de su encierro contra su voluntad y en las que reclama su libertad.

Lo lamentable y digno de reflexión es que su naufragio personal haya trascendido en el imaginario colectivo bajo el arquetipo de “artista maldito” dejando de lado su trabajo artístico.

Una pesada carga personal y familiar sepultó su talento y su arte. Sin embargo, más allá de la anécdota, Camille era una mujer tenaz y sobretodo una artista de gran modernidad. Fatalidad y belleza se unieron en el reflejo de una mujer que esculpía y amaba con el mismo fervor.



Después de su muerte, sola y abandonada por más de treinta años en un psiquiátrico, no se volvió a saber nada más sobre su obra.

No obstante, a partir de los años ochenta, su figura ha sido redescubierta para debatir sobre importantes cuestiones en torno a temas como el lugar de la mujer en el arte, el vínculo creación - locura, y la propia cuestión de la locura y de su tratamiento en un periodo marcado por el movimiento de la antipsiquiatría.

Con su encierro, Camille Claudel se convirtió en una víctima más de esas 45.000 personas que murieron de hambre en los sanatorios psiquiátricos franceses.

Muere en 1943 y es enterrada en una tumba sin nombre, en el cementerio del centro psiquiátrico donde permaneció internada. Tiempo después, cuando la familia decide rescatar su tumba, se encuentra con que el sanatorio había hecho unas reformas y los restos de los pacientes olvidados habían desaparecido para siempre.

Camille Claudel perteneció a esa generación de artistas de fin de siglo auto-marginados de la sociedad, en un mundo lleno de enfermedad y miseria o de las mujeres artistas que reivindican un lugar en el arte.

Lo cierto es, que su destino trágico en el ámbito personal relegó la mayoría de las veces a un segundo plano las cuestiones propiamente estéticas que su obra plantea.

Por ejemplo, se deja de lado que Camille Claudel fue una artista revolucionaria en un tiempo revolucionario. Que decidió ser escultora, un arte que suponía un enorme esfuerzo físico, un oficio sucio, que requería fuerza, destreza y vitalidad, todos atributos de la masculinidad.

Los críticos del momento se sorprendían del carácter “masculino” de muchas de sus obras. Sus contemporáneos y hasta el propio Rodin, la consideraron un hombre, debido a su fuerza creadora y a su brío intelectual. Este pensamiento refleja cómo la mujer se excluía de la práctica artística, y cómo aún existiendo en él, la mujer artista con talento se consideraba una rareza, una deformación hacia lo masculino.  Un mujer que ejecutaba arte de calidad era una mujer que creaba como hombre.


Sakountala. Camille Claudel, 1886

Inteligente y culta, Camille imponía una nueva forma de comprender el arte hecho por mujeres. Un cambio, lento y borrascoso de la incorporación femenina al mundo de la creación artística.

Marcada por el fin de siglo, Camille perteneció por supuesto, a una edad de oro del arte moderno, a un cambio de siglo que todo lo transformó. Hace parte de una generación de artistas que evidenciaba la necesidad de acabar con el monopolio de las academias del Estado y de su función en la legitimación del arte y los artistas.


Clotho. Camille Claudel, 1893

Tras años de investigaciones, el tiempo hace justicia y nos devuelve la realidad de una escultora notable.

El cambio de perspectiva que se ha llevado a cabo en las últimas décadas por parte de la historiografía, ha hecho posible sacar a la luz una artista soberbia y restituirla por fin a su tiempo, recordando por ejemplo su participación en La Libre Esthétique de Bruselas o en la constitución del Salón de la Société Nationale des Beaux-Arts. Ahora, nos podemos encontrar el nombre de Camille Claudel situándola en la evolución del arte de finales del siglo XIX y principios del XX.


L’ Homme penché. Camille Claudel,1886

Una artista fundamental para la configuración de la modernidad que no ha sido valorada en su justa medida y que fue capaz de crear una obra única, llena de calidad y emoción. Su monumentalidad, delicada y potente nos permite incidir en las grandes aportaciones que realiza a la escultura de su tiempo.


Sin embargo, su historia ha llegado hasta nuestros días transformada en una tragedia dramática. Su historia personal disgregó por completo su trabajo artístico.

El Vals. Camille Claudel. 1893


La interpretación autobiográfica que se ha hecho de la obra de Camille Claudel encaja con la obsoleta y simplista percepción del arte como mera expresión de la experiencia personal del artista haciéndonos pasar por alto la importancia del trabajo concienzudo y del esfuerzo intelectual pero sobretodo de los condicionamientos sociales, del contexto histórico y geográfico o de los factores que influyen sobre el quehacer del artista.

Cuestiones que aportan diferentes niveles de significación a la obra y que en el caso de Camille Claudel poco tienen que ver con el drama de su vida personal que consolidó el mito pero sepultó a la artista.

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