Los años del Trecento

Muchas cosas tuvieron que pasar para que sucediera el advenimiento del maravilloso Quattrocento. Antes de que ocurriera aquel momento glorioso para la historia del arte de occidente, hubo una serie de antecedentes y sobretodo personajes en el ámbito del arte que abrieron el camino a las innovaciones estéticas y culturales que florecieron en el Renacimiento.

En el caso de la pintura, en la Italia de los años inmediatos al Quattrocento, había prevalecido un estilo pictórico caracterizado por la fuerte herencia bizantina.


Transición desde el Arte bizantino al Renacimiento


Así pues, predominaba la tradición de la pintura de iconos, en la que tanto la frontalidad y rigidez de las figuras representadas, como la ausencia de fondos y la preponderancia del color dorado marcaban las pautas de la composición pictórica.

Arte Bizantino


Cómo es que sucede el cambio en la forma de concebir la pintura? La respuesta nos implica en un recorrido amplio que concluye en el siglo XIV, merced a las aportaciones de los pintores italianos del Trecento.

Los años del Trecento serán pues, como una gran bisagra hacia el Renacimiento, que no se puede entender sin la transición pictórica del Duecento de práctica bizantina.

Se trata de una etapa marcada por la transformación del espíritu religioso de la mano de las órdenes religiosas mendicantes, principalmente los franciscanos y los dominicos. Es a partir de ellos cuando se instala en el pensamiento una nueva concepción que trasciende lo teológico y abre un camino nuevo de entendimiento hacia lo humano.

Para ello, estas órdenes mendicantes, fundamentaron sus prácticas religiosas en la austeridad y la vida evangélica, haciendo énfasis en una mayor valoración a la condición humana y su camino espiritual a Dios que supusieron una profunda reforma en el pensamiento y el estilo de vida cristiana practicados hasta aquel momento.

Esta renovación del ánimo religioso junto a la aparición de la Escolástica marcarán un espíritu nuevo, poniendo al hombre y su humanidad en el eje de la creación artística.

Por otro lado, al llegar el siglo XIV, como consecuencia del Duecento, la atención pictórica se desplaza de Francia a Italia. Es así como el Trecento arranca de las últimas experiencias del siglo anterior, en la transición iniciada por los artistas toscanos que trabajan la pintura en vez del mosaico.

Hablamos de maestros como Pietro Cavallini que aporta una importante innovación pictórica con obras cuyas figuras ya no son planas, empezando a alejarse drásticamente de los modelos bizantinos. O Cimabue, que inicia una verdadera renovación técnica y estética en piezas como los crucifijos toscanos y en obras ya envueltas en un lenguaje tardomedieval cuya iconografía hace uso del pensamiento franciscano de devoción a la Virgen y a San Juan evangelista.



Crucifijo. Cimabue 1268-71



La pintura italiana del Trecento se desarrollaría en dos escuelas principales: la escuela de Florencia y la escuela de Siena.

Con ellas se rompe casi de manera definitiva con la tradición bizantina de figuras hieráticas en búsqueda de un naturalismo y de la expresión de sentimientos. Se introducen nuevas fórmulas desde el punto de vista técnico con una mayor preocupación por los espacios y estético con un interés por las actitudes y los gestos.

Estos cambios prepararán el camino para los pintores posteriores: los pintores del Renacimiento.

La escuela de Florencia estaría encabezada por el gran Giotto di Bondone. Será el maestro Giotto quien rompa definitivamente con la maniera greca. Su arte se caracteriza por una preocupación nunca antes vista por los espacios, el volumen y la luz, y sobretodo, por una impactante insistencia en el naturalismo de las expresiones y los comportamientos de sus personajes.


Lamentación sobre Cristo muerto. Giotto. 1305


Fue Giotto el primer creador italiano en superar las tendencias bizantinas de la pintura de su tiempo empujando el arte a nuevos caminos y en explorar unas orientaciones que acabaron por desembocar en la gran revolución artística del Renacimiento.

Giotto llega a Padua en 1304 acudiendo al llamado para pintar unos frescos encargados por la familia Scrovegni que decorarían una capilla de su propiedad.

El encargo consistía en un ciclo pictórico que incluía los temas del Juicio Final (muro oeste), la Anunciación (arco del presbiterio) y escenas de la vida de la Virgen María y de la Pasión de Cristo (muros restantes).


Capilla Scrovegni. Giotto. 1305


La obra en su conjunto denota una nueva concepción de la pintura por la atención que presta el artista tanto a la creación de efectos de perspectiva como a la unificación del espacio. En esta maravillosa obra, el maestro acierta a integrar las figuras con los elementos arquitectónicos que les sirven de marco. Además, realza la solemnidad y el dramatismo que impregnan estas escenas, el empleo que hace el artista de colores puros y matizados.

Una completa innovación, estamos frente a un proyecto en el que la utilización de recursos inexistentes hasta el momento constituyen toda una renovación, una importante inflexión en el arte de la pintura: el uso de perspectivas y puntos de vista que introducirán el paisaje sustituyendo el fondo dorado por norma utilizado hasta entonces.


Frescos Capilla Scrovegni. Giotto. 1305


También serán un complemento innovativo el estudio anatómico de los personajes, con una preocupación por las figuras dotándolas de corporeidad y la manifestación del estado anímico mediante gestos y expresiones.

La Capilla Scrovegni, obra maestra de Giotto, supone el mayor ejemplo de la humanización de las escenas religiosas y de un arte poco idealista, con un dramatismo y expresividad del que no había precedentes.

La escuela pictórica florentina se prolonga en los discípulos de Giotto, entre los más famosos se encuentran Taddeo Gaddi o Andrea Orcagna, cuyas obras insisten en un acercamiento al sentimiento humano que trasciende lo religioso.


Detalles frescos Capilla Scrovegni. Giotto. 1305

Contemporáneo a Giotto, es el artista Duccio Bouninsegna. Con él se inicia la escuela de Siena, aunque su máximo representante será sin duda Simone Martini, precursor del estilo internacional.

La escuela de Siena se definió por la exaltación cromática en sus obras, la belleza en las líneas y la representación del movimiento. Las figuras son elegantes y refinadas. Se trata de una pintura idealizada, de gusto por lo cortesano y por lo decorativo.


La Anunciación. Simone Martini. 1333


La Anunciación y el Retrato ecuestre de Guidoriccio da Fogliano, obras de Simone Martini, nos reflejan el interés de la pintura sienesa por una estética amable y suave, con figuras sinuosas que la dotan de movimiento y que ponen de manifiesto el idealismo de su estilo. 

Los hermanos Lorenzetti serán los continuadores del estilo de Simone Martini obteniendo gran proyección internacional.


Cristo entrando en Jerusalén. Pietro Lorenzetti. 1320 - 1330

El arte profundamente innovador de los maestros del Trecento no dejó indiferente a sus coetáneos, y ya en su tiempo gozó de un importante reconocimiento. Personajes de la época como Dante Alighieri o Boccaccio los elogiaron y reconocieron su talento visionario y trasgresor.

Muchos discípulos continuarán con sus indagaciones estéticas incluso hasta finales del siglo XIV, aunque se considera que sus verdaderos perpetuadores artísticos fueron Masaccio y Miguel Ángel.

A mediados del siglo XIV Italia será devastada por la peste bubónica, este acontecimiento marcará el ocaso de la gran pintura italiana del Trecento, un siglo más tarde, de la herencia de Giotto y Martini, que había supuesto la mayor renovación pictórica hasta el momento, emergerá el Renacimiento.



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