Entre el intelecto y la sensualidad

Para el hombre renacentista la pintura perfecta era aquella que fuese capaz de conseguir la ilusión de realidad. El artista que tuviera la capacidad de crear la representación más parecida a la naturaleza gozaba de admiración y respeto puesto que manifestaba el genio suficiente para engañar al ojo con la apariencia de la realidad en una pintura.

La postura renacentista consistía en que la pintura debía ser como una ventana, en la que se practicaba la transmisión de ideas mediante la representación de la naturaleza.

Esta idea de simulación tiene sus raíces en el concepto clásico de imagen enunciado por el escritor y científico romano Plinio el Viejo. En su Historia Natural, Plinio relata la anécdota de Zeuxis y Parrasio.

Los dos pintores del siglo V a. C. acudieron a un concurso para determinar cuál de los dos era mejor artista. Zeuxis deslumbró a todos cuando los pájaros bajaron a picotear las uvas que había representado en su pintura. Cuando llegó el turno de Parrasio, Zeuix le pidió a éste que corriera la cortina que cubría su pintura para poder admirar la obra de su contendor, que entonces impresionó al público al desvelar que aquella cortina que todos pensaban que cubría la obra en realidad era en sí misma su pintura. Plinio señala que el propio Zeuix había dicho: «Yo he engañado a los pájaros, pero Parrasio me ha engañado a mí».

Historia Natural, Plinio el Viejo, en Textos de Historia del arte

El relato de Plinio el Viejo fue trascendental para los pintores del Renacimiento, fue una historia muy recurrente en la literatura artística de toda la Edad Moderna: la habilidad del pintor para engañar a sus espectadores.

Este hecho es fundamental para entender uno de los más importantes aportes del Renacimiento a las artes: la perspectiva.

Ya que la pintura debía fundamentarse en la simulación de profundidad, parte de la evolución formal del Renacimiento, fue la definición de herramientas precisas para esta representación ilusionista de las tres dimensiones.

Grabado del siglo XVIII. Enseña el concepto de "la pintura como una ventana"

De los elementos formales de la pintura del Renacimiento, uno de los más importantes fue el dibujo, éste determinó la evolución de una de las dos escuelas del Cinquecento italiano, la Escuela toscana.

El dibujo es la figuración de los elementos representados en la obra a través de las líneas que definen su perímetro visible por el observador. El dibujo sitúa a los personajes, define sus relaciones y transmite la historia. La línea contiene la figura y delimita los contornos. Fue un sistema de representación basado en la proporción de las formas y el estudio de la geometría aplicada de forma racional y matemática a la pintura, éstos fueron los principios de fidelidad al dibujo que fueron característicos de la Escuela toscana cuya rigidez dio lugar los sistemas intelectuales de la pintura florentina.

El naturalismo fue una sugestión presente en todo el período. No obstante, también se consideraba que la mímesis de la realidad debía ser matizada seleccionando los aspectos más agraciados de la naturaleza y someter su variedad a unos ideales preestablecidos de belleza. Esta idea de imitación selectiva estuvo detrás de la teoría artística del Quattrocento y se mantuvo en el Cinquecento.

Rafael es uno de los exponentes más representativos de este modelo de pintura, en su obra se concreta la noción de la existencia de una idea de lo bello y el mensaje sobre el fingimiento de realidad visual en la cabeza del artista. La belleza era pues una síntesis entre la experiencia externa y su corrección por parte de la idea de belleza que poseía el artista.

Rafael Sanzio. Virgen del Prado

La otra postura en la forma de representación del arte renacentista exponía que la ilusión de realidad no consistía tanto en la formulación de un dibujo que simulase el aspecto ideal de los objetos, sino en conseguir reproducir su imagen en condiciones reales de visión, considerando los efectos que la distancia y la iluminación tienen sobre la definición de los contornos y el color.

Su propuesta técnica del sfumato promovía el uso de luces y sombras escasamente contrastadas que definieran los contornos con ambigüedad, tal y como ocurre al contemplar figuras en la lejanía o con escasa iluminación. Esta atención a la luz y el color abrió un camino fundamental para toda la pintura posterior. El protagonismo de estas primeras experimentaciones llegaron de la mano de Leonardo Da Vinci, en su obra puede comprobarse cómo en lugar de diseñar mediante líneas, utilizaba tiza para poder definir los efectos de la luz.

El sfumato, además de representar de forma correcta la lejanía, servía para insinuar una mayor profundidad psicológica en las expresiones del rostro humano. Contribuía a sugerir «los mecanismos del pensamiento», en palabras del propio Leonardo Da Vinci.

Leonardo Da Vinci. La Virgen, el niño Jesús y Santa Ana

La Escuela veneciana fue receptora y continuadora de la experiencias de Leonardo. En Venecia se inició con Giorgione, una saga artistas que trabajaron en la experiencia de la luz, la iluminación y su incidencia sobre el relieve de las figuras.

A través del color, la luz y las sombras, la pintura veneciana dio a entender una forma de pintar diferente a la toscano-romana, en la que se daba primacía a la sensualidad y la naturaleza, el tratamiento del color en la piel fue uno de sus logros más impresionantes, abriendo el camino del curso del desnudo en la pintura occidental los siglos posteriores.

Giorgione y Tiziano Vecellio. Venus Dormida

Quedaron así caracterizados los dos centros pictóricos del siglo XVI. Por un lado Roma donde predomina la preocupación por el dibujo y la forma y por otro lado Venecia, donde se da preferencia al color.

Izquierda, detalle de Virgen del Prado de Rafael Sanzio y derecha detalle de La Virgen, el niño Jesús y Santa Ana de Leonardo Da Vinci. La relación entre ambas permite apreciar las diferencias entre el dibujo de Rafael y el sfumato de Leonardo

Esta división del oficio del artista en dibujo o color, así como el debate sobre su importancia, fue uno de los temas fundamentales del arte renacentista. La discusión continuaría hasta finales del siglo XVII; en las academias francesas, ambas facciones estaban representadas por los seguidores del sobrio Poussin y el colorista Rubens.

Sin embargo no debemos subestimar ninguna de las dos posturas que no son más que formas de entender la pintura. No podemos olvidar el hecho de que todos los grandes maestros del Renacimiento, desde Florencia hasta el Norte de Europa, meditaron acerca del problema del color e iniciaron su pintura en la fundamentación del dibujo. Fue un momento en que entender la pintura era un debate entre la sensualidad y el intelecto, la naturaleza o la razón.

Izquierda, detalle de El nacimiento de Venus de Sandro Botticelli.
D
erecha, Venus Anadiomena de Tiziano Vecellio.

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