Dadá y surrealismo. La reconquista de la imaginación

Síndrome del corazón del soldado, shock de las trincheras, neurosis de combate, fatiga de batalla, son síntomas de soldados que han perdido el habla. Algunos se mueven entre espasmos, otros están perdidos en la inquietante mirada vacía que se llamó de las mil yardas que era la distancia aproximada de la trinchera al enemigo.

En ninguna guerra como en la Primera Guerra Mundial habían sido ingresados tantos soldados que en apariencia no estaban heridos pero que eran incapaces de continuar luchando.

Vanguardias como el Expresionismo quisieron acercarse al tema de cómo afectó al inconsciente el trauma de la violencia y la carnicería sin precedentes en que se convirtió Europa en aquellos cuatro años. El arte demostró que ninguno de los que participaron en la guerra fue el mismo cuando terminó.

Y es que se trataba de una perversa contradicción. Un mundo cuya sociedad se jactaba de ser racionalista, positiva y progresiva, por la cual el hombre alcanzaba los adelantos tecnológicos jamás imaginados, se encontraba sumida en una guerra de locura y sinsentido, fruto del mal uso de la razón.

A Zurich, ciudad neutral durante el conflicto, llegaron una serie de artistas refugiados que habían huido de la guerra por distintos motivos. Sumidos en una mezcla de rabia, desazón e impotencia por los acontecimientos bélicos, empezaron a reunirse en un café llamado Cabaret Voltaire atraídos por intereses comunes en torno al arte y la literatura que les llevó a la conformación del movimiento Dadá, basado en la oposición frontal y radical a todos los sistemas establecidos y la destrucción total de los valores tradicionales entendiendo que habían sido éstos los que habían ido conduciendo irremediablemente y poco a poco a la irracionalidad de la Primera Guerra Mundial.

Cabaret Voltaire. Zurich

Los Dadaístas negaron la tradición académica, el modernismo, la razón, la lógica, el orden establecido, el progreso, la historia, el lenguaje y también el arte; lo negaron absolutamente todo, pues a través de la negación de ese status quo que parecía eternizarse y demostraba en la guerra su sin sentido, se podría construir algo nuevo.

Desde esta frontalidad exaltaron la contradicción, el sin sentido, el azar, asumiendo una actitud desenfrenada, cargada de espontaneidad y de absurdo, por lo que el movimiento Dadá implicó más una actitud, un modus vivendi, que un estilo, fue un planteamiento negativo y destructivo que proponía la revisión de las tradiciones y convenciones artísticas existentes hasta entonces.

Hugo Ball en el Cabaret Voltaire. 1916

Asumieron una actitud provocadora para alcanzar sus objetivos nihilistas, literalmente, pues una gran influencia fue el pensamiento filosófico de Nietzsche. Sus manifiestos fueron armas arrojadizas contra la cultura y la sociedad burguesa de su tiempo, su intención era agitar para agrietar y hacer tambalear todo lo establecido.

Qué es dadá?, un arte?, una filosofía?, una política?
o: un seguro contra incendios?
es dadá una real energía?
o es nada y todo?

En el arte, el sinsentido fue defendido como algo positivo porque daba valor al azar, a la espontaneidad. Los dadaístas consideraban que el lenguaje era una trampa en la que nos encontrábamos atrapados, no distinguieron entre pintura, escultura o literatura considerando que el arte debía entenderse como una mezcla de expresiones y medios en los que manifestaron su preferencia por la paradoja y el absurdo.

Hubo importantes núcleos de expansión del movimiento, especialmente Berlín, París y New York pero el momento de mayor apogeo y descenso fue en París. Los primeros impulsores del Dadaísmo en esta ciudad fueron Tristan Tzara y Francis Picabia, pero poco después llegaron Man Ray, Max Ernst y Marcel Duchamp.

Estos artistas, por medio de la experimentación que les proponía el movimiento Dadaísta ejercieron una tajante crítica a las categorías artísticas. Los ready made de Duchamp, cuyo triunfo fue alejar los objetos cotidianos de su función práctica para darles una lectura poética más libre, hicieron que los lindes del arte y del artista tuvieran necesariamente que expandirse más allá de las concepciones estéticas tradicionales.

Ready made
La Fuente. 1917 y Rueda de bicicleta. 1913
Marcel Duchamp

La disolución del Dadaísmo tuvo lugar en 1923. Por aquel entonces ya se encontraba en escena y en el ámbito del Dadá André Breton, adalid de la vanguardia literaria que se concretó en el Surrealismo. De hecho, la aparición de este nuevo movimiento estaba marcado por su deuda con el Dadaísmo al arraigar una serie de actitudes y reflexiones, no en vano los surrealistas compartían conceptos claves con los dadaístas como la explotación del azar.

En 1924 se publicaba el primer Manifiesto Surrealista de la mano de André Breton y se daba inicio al movimiento oficialmente. En él se hacía un llamamiento a la emancipación de la imaginación de las limitaciones de la razón y el orden social establecido.

André Breton. Primer Manifiesto Surrealista. 1924

El movimiento se identificó con el concepto de "automatismo psíquico" mecanismo mediante el cual se puede expresar el pensamiento verdadero. Un pensamiento libre de todo control ejercido por la razón.

Los surrealistas creían que el hombre se había encerrado en una camisa de fuerza de lógica y racionalismo que coartaba su libertad e inmovilizaba su imaginación, por ello proclamaron la existencia de otra realidad superior, más allá de la vigilia y el raciocinio, declarando que el surrealismo se basaba en esa realidad.

El pensamiento de Sigmund Freud y sus revelaciones sobre el subconsciente fueron la gran fuente de inspiración. Recurriendo a las experiencias del sueño, la locura y la niñez que Freud había desarrollado, Breton explotó la idea de que existe una vasta reserva de pensamiento escondida al margen de la vida cotidiana y consciente.

En 1925 tuvo lugar la primera exposición surrealista que representaba más una comunidad de intereses de antiguos dadaístas, aunque también eran ya visibles las tendencias posteriores que se distinguieron en el movimiento. Fue también a partir de 1925, a raíz del estallido de la Guerra de África, que el surrealismo se politiza; se producen entonces los primeros contactos con los comunistas que culminaría ese mismo año con la adhesión al Partido Comunista por parte de Breton.

Grupo surrealista en 1930
De izquierda a derecha, Tzara, Edward, Breton, Dalí, Arp,
Tanguy, Ernst, Crevel y Man Ray.

El surrealismo parecía optar, una vez transcurrida la Primera Guerra Mundial, por reconstruir de algún modo un sistema cultural adecuado a la nueva realidad marcada por una angustiosa crisis de valores. Se pretendía mostrar nuevas realidades subyacentes en el hombre tanto en calidad de individuo como de colectivo social.

El automatismo fue clave. Inicialmente experimentado en la escritura, consistía en dejar a la mano en ausencia de todo control, es decir, transcribir el proceso real del pensamiento como un flujo. La famosa comparación de Lautréamont “bello como el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección”, es un ejemplo muy conocido, casi clásico, del ejercicio de automatismo descubierto por los surrealistas y que demostraba que la relación de dos o más elementos aparentemente extraños entre sí, en un contexto ajeno a ellos mismos, provoca las explosiones poéticas más intensas.

Hommage à Lautréamont (Homenaje a Lautréamont). Man Ray. 1933

De ahí se pasó a los dibujos automáticos, los efectos fueron imágenes y escritos de gran libertad y una ruptura del lenguaje que dio lugar a figuraciones alucinatorias.

Otro ejemplo de automatismo fue una especie de juego llamado "cadáver exquisito", en el cual los participantes dibujaban las distintas partes de una figura o escribían un texto sin ver lo que el anterior había hecho pasándose el papel doblado. El nombre se deriva de una frase que surgió cuando fue jugado por primera: "El cadáver exquisito beberá el vino nuevo".

Cadáver exquisito
Realizado por Dali, Gala, Breton y V. Hugo. 1928

Los pintores surrealistas idearon gran variedad de técnicas para producir desde el automatismo imágenes fuera del control de lo consciente y la razón.

En este aspecto Salvador Dalí hizo una de las aportaciones más importantes al movimiento, el desarrollo del método paranoicocrítico.

Basado en las ideas de Freud y el mundo inconsciente del propio Dalí, el método paranoicocrítico se fundamentó en la idea de que la paranoia se proyecta en la visión de la realidad, de tal manera que el método consiste en la extracción consciente de los elementos que conforman esa visión sin ocultamientos.

El hombre invisible. Salvador Dalí. 1929

Según Dalí, los fenómenos paranoicos son "imágenes comunes que tienen una doble figuración", es decir, un objeto puede leerse tal cual como es o como otro objeto diferente y, en teoría, la capacidad de continuar viendo doble o triple dependía de los poderes de la alucinación voluntaria del espectador.

Dalí se distinguió desde joven por sus dotes de dibujante, de ahí que plástica y técnicamente comunicara sus visiones a través de representaciones de altísima calidad por medio del juego de la doble imagen y la asociación.

El gran masturbador. Salvador Dalí. 1929

Su cuidada megalomanía y su menosprecio por el movimiento artístico moderno condujeron a su expulsión del grupo surrealista por parte de Breton en 1942.

Sin duda la inestabilidad social de la época politizó al movimiento surrealista, algunos de sus integrantes se hicieron militantes en el Partido Comunista, produciéndose los primeros cismas en el seno del grupo.

El Surrealismo se extenderá desde 1924 hasta la Segunda Guerra Mundial, algunos miembros participan en el conflicto, muchos tienen que partir al exilio.

El azar, el amor, el accidente, la locura, el erotismo, el sueño, el deseo como materia prima surrealista, permitieron el retorno de lo reprimido, del inconsciente, de no tener que depender de la realidad escueta.

En una sociedad que procuraba como ideal la homogeneización de las masas para hacerlas disponibles a la guerra y a la producción (actitud que derivó nada más y nada menos que en el fascismo) los surrealistas decidieron interpretar el mundo de manera distinta sin hacer un arte político, sino un arte sobre nuestros comportamientos individuales y colectivos, germen de la vida cotidiana y del mundo, configurando nuevas realidades.

Desde el pozo oscuro de la pulsiones propias de cada indviduo, ahondando en las subjetividades propias de cada ser, la imaginación reconsquistaba sus derechos.

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