Cuando mirar nos cuesta

Degradado, repugnante, ignominioso, degenerado, ruin, sucio o vil parecen palabras poco relacionadas con el arte equívocamente considerado como algo exclusivamente bello.

El tema de lo abyecto llega al arte contemporáneo de la mano de artistas provocadores o reivindicativos como una manera de sacar a escena una nueva valoración del cuerpo y del sujeto.

La exposición de temas como la enfermedad, la locura o la homosexualidad, condujeron necesariamente a la implicación de un espectador, ya no contemplativo, en obras de arte cuyo tema se distanciaba de lo bello y en las que la reflexión sobre la vulnerabilidad, la aceptación de otras identidades o la decadencia del ser humano extendían forzosamente los límites socio-culturales.

El espectador nunca volvería a ser el mismo, ahora se enfrentaría a la angustia, al miedo, a la incertidumbre. Sus temores, fracasos y errores son expuestos como necesidad de exploración de otras subjetividades.

IsomniaAntoine D'Agata, 2007

El artista provocador, o el reivindicativo, emerge como un representante de una nueva conciencia, como un romántico tardío, que nos muestra esa parte de la naturaleza que no hemos querido ver. Elabora un universo de seres deformes, cadáveres diseccionados, fetos, enfermos, locura y deformidad corporal que descontextualiza de la realidad común para transformarla en alguna suerte de utilidad estética.

God of Earth and Heaven. Joel Peter Witkin, 1988

Sigmund Freud denominó  la experiencia frente a este tipo de propuesta estética como: Lo siniestro.

Según Freud, Lo siniestro transforma algo familiar, algo conocido y normal en una imagen extraña y perturbadora causándonos horror, pero también actúa a la inversa, por lo que nos genera una tensión de rechazo y de familiaridad a la vez que se puede interpretar como un descenso a estados internos del ser donde se guardan las represiones humanas, establecidas por la sociedad, la moral y las religiones.

Lo siniestro es, por tanto, lo espantoso que afecta a las cosas conocidas y genera un estímulo que puede darse a través de una vivencia o de una obra artística.

The rabbleAndrés Serrano, 1984

El rechazo generado por una obra de este tipo, está relacionado estrechamente con los sentimientos del espectador ante lo extraño. Sentimientos como el asco, el miedo y la angustia causados por nuestra relación con temas como la muerte y otros tabúes del ser humano, sin embargo no truncar la obra y darle una mirada más profunda inevitablemente nos moviliza. Al asomarnos a nuestro interior más profundo y desconocido, el arte también nos obliga a preguntar qué nos está pasando.

El Whitney Museum organizó en 1993 una exposición bajo el título Abject Art: Repulsion and Desire in American Art. Era la primera vez que se exhibía de forma oficial una colección de obras de artistas cuyo contenido se centraba en el tema de lo abyecto. Aunque hacia finales de los años 80 ya se había producido una manifestación de piezas de arte que acudían a la estética de lo ominoso como lenguaje, se puede decir que por estos años surgió una verdadera moda de lo abyecto en el arte, cuyo motor (según referencia la crítica del momento) fue la provocación; en su ejercicio, los artistas desarrollaron una cierta afición a molestar a través de temas y escenas que usurparon el gusto para ser suplantadas por la repugnancia.

Barroco BalcánicoMarina Abramovic, 1997

Ya fuera para para dar visibilidad a reivindicaciones de colectivos marginados (mujeres, homosexuales, enfermos, víctimas de la guerra, etc.) o como una manera demasiado ansiosa por parte del artista de buscar ser castigado para ganar protagonismo, el cuerpo había regresado al mundo del arte, pero esta vez de manera fragmentada: un cuerpo caído, deformado o mutilado, mostrando sus fracasos. En cualquiera de los casos tomando partido y por supuesto apartándose de la idealización del arte clásico.

En la antigua Grecia, lo feo se expresó como antítesis de lo bello, la fealdad era su ausencia, su contrario, tanto estético como ético. Si el cuerpo bello heroiza, la fealdad muestra al antihéroe. En el mundo griego, el cuerpo feo estaba relacionado a los esclavos, bárbaros, viejos o deformes que producían espanto o risa, fueron los cuerpos del contra-modelo de hombre ciudadano. Estos cuerpos inarticulados y deformados fueron estereotipados en el cuerpo cómico, cuerpos risibles, versiones de caricatura o burlescas, de cánones al margen de las normas de idealización del cuerpo clásicas.

Escultura griega. Belleza y fealdad

La puesta en escena del cuerpo no idealizado junto con lo abyecto, formaron gran parte del conjunto de temáticas que a partir de los años 80 constituyeron el corpus del arte contemporáneo, los artistas recurrieron a la transgresión alejándose de la estética tradicional para emplearla como recurso en la creación artística, transformando así su categoría a la de un expresionismo negativo, pero congruente y directamente vinculado con las formas de existencia actuales.

De alguna manera estas propuestas artísticas abrieron una compuerta a una dimensión de la existencia del espectador con la que éste no se estaba acostumbrado a lidiar. Una propuesta visual cuyo contenido y forma se fundamentan en la tensión entre la repulsión y la atracción, un enfrentamiento de opuestos tan antiguo como el juego de contrarios del bien y el mal.

Son seres andróginos o transexuales, deformes, mutilados, enfermos y toda una serie de seres salidos de una faunística de lo atroz, el espectador se siente atrapado en una especie de fascinación por lo desconocido, instalada más allá de su razón. 

Volviendo a su definición de Lo siniestro, Freud deduce: «...no sería realmente nada nuevo, sino más bien algo que siempre fue familiar a la vida psíquica y que sólo se tornó extraño mediante el proceso de represión».

La importancia de la investigación de Freud en el ámbito de lo estético es determinante en cuanto a la relación que, a partir del arte de las vanguardias, se establece entre la experiencia del espectador y la obra de arte, que puede ser positiva o negativa. De ahí que en algún momento nos lleve a conectar con la teoría de la represión de Freud, según la cual los recuerdos desagradables y traumáticos son erradicados del estado consciente y relegados al inconsciente. El olvido es utilizado como método de defensa de la psiquis para evitar un mayor dolor en situaciones de violencia y maltratos sufridos por el individuo, sin embargo muchos de estos olvidos permanecen latentes y al acecho ante algún estímulo que los haga regresar. La represión es una operación por medio de la cual el sujeto rechaza pensamientos y experiencias que estarían relacionadas con una pulsión.

Varios. Fotografía Diane Arbus

Estos pensamientos y experiencias que pueden incluso ser culturales y ni siquiera haber sido experimentadas por el individuo, forman parte del inconsciente colectivo en forma de tabúes (el infierno, el pecado, la culpa, etc) y son la parte fundamental de la propuesta artística de lo abyecto. 

Freud se refiere al tabú como una prohibición obsesiva y es precisamente el tabú el centro y eje temático de estas obras.

Hablamos de toda una imaginería que evoca y nos conecta con miedos ancestrales y con el rechazo a todo aquello que nos resulta extraño, desconocido y por ello espantoso.


Vanitas. Joel Peter Witkin, 1994

La incomodidad que nos transmite la obra radica en una pérdida momentánea del yo, porque no nos reconocemos, ni nos identificamos con lo que vemos, sólo podemos recurrir a una suerte de espanto puesto que la obra se fundamenta en el miedo ante lo desconocido, en lo monstruoso, en la perversión, en estados de enajenación y locura y ante todo, en la representación de la muerte, sus contenidos están cargados de una fuerza destructiva, de momentos agónicos, más aún cuando se trata de cadáveres o cuerpos desmembrados, nos enfrentamos a una realidad sórdida que en primera instancia rechazamos.

La mirada que se supone deberíamos adoptar para introducirnos en el análisis de una obra de este tipo es una mirada que no coincide con una mirada desprevenida y cotidiana, puesto que ella no nos permite ver más allá de lo literal. Se debe adoptar entonces una mirada distorsionada, una forma de observar si se quiere distanciada, así experimentamos la catarsis, liberándonos de esas emociones que antes nos generaron exceso y desequilibrio.

Es el paso desde el inconsciente a la conciencia de un olvido efectuado por la represión.

 La destrucción del padre Louise Bourgeois, 1974

Los tabúes y la represión tal y como lo plantea Foucault en su famoso texto El sujeto y el poder, vienen fundamentalmente de la negación y el aislamiento de la otredad por parte de las instituciones. En el ejercicio de las ciencias o las disciplinas se lleva a cabo una práctica divisoria entre individuos como por ejemplo el loco del cuerdo, el enfermo del sano, los delincuentes de los inocentes. Así la anormalidad pasa a ser atacada y se sitúa al sujeto en una barrera de contención que sin embargo está latente en el inconsciente y que al hacerse presente nos perturba.

Los psiquiátricos de Serbia y Kosovo. George Georgiou, 1999 - 2001

Nos alteran los fluidos orgánicos, el deterioro del cuerpo, la mutilación, en definitiva, nos altera algo que creemos que no nos atañe. Nos contraria enfrentarnos a la deformidad porque nos aterra, nos recuerda la finitud material de nuestra existencia. Una llaga o una herida, un fragmento del cuerpo o un trozo de tela manchado de sangre, se convierten en referentes a través de los cuales ejercemos una negación a nuestra fragmentación orgánica.

Trouxa. Artur Barrio, 1960.

Mantenerse dentro de la uniformidad y la normalidad proporciona seguridad al sujeto.

La sociedad se ha encargado de aislar y desechar a los seres que le son extraños mediante el desprecio y la humillación por el miedo o desagrado que le pueda provocar. Creamos una una sociedad que ha tratado de tapar la realidad de la enfermedad y la muerte con la tecnología científica y biológica.

Negamos la existencia de otros que llevamos dentro, de otros que podemos ser en potencia o los que no somos pero que podríamos haber sido, en todo caso enfrentándonos con la noción de que el mundo que conocemos alberga otros tantos, extraños e inquietantes.

La abyección siempre es una práctica transgresora quebrantadora de límites, ejerciendo al margen del orden establecido, amenazando constantemente a nuestro yo.

El arte también emerge entonces como forma de subversión de nuestra propia existencia, de mirar en ese abismo que es el cuerpo como si cada instante fuese un lánguido momento en declive. Un corpus de obras que enseñan un tipo de verdad, cruda y llena de malformaciones, a la que no se tiene acceso fácilmente. Lo que sucede si seguimos observando, es que se nos amplía la realidad, un excedente de lo real mediante la obra.

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