Tempus Fugit
Una profunda crisis política, social y religiosa generó la gran inestabilidad que marcó los siglos del Barroco. Este periodo que comprendió todo el siglo XVII y principios del XVIII, vivió una sucesión de hechos que hizo tambalear los principios sobre los que se asentaba la sociedad y provocó una auténtica crisis de valores.
El germen de tal crisis tiene su raíces en el siglo XVI. Primero fueron los efectos de la revolución científica con el heliocentrismo copernicano (teoría con la cual el sol pasa a ocupar el centro del sistema solar en lugar de la tierra) que generó una profunda crisis de las verdades aceptadas hasta entonces. Luego vino la Reforma protestante que nuevamente puso en cuestión la supuesta unidad cristiana en Occidente y que tuvo su origen en las críticas y propuestas con las que diversos religiosos, pensadores y políticos europeos buscaron provocar un cambio profundo y generalizado en los usos y costumbres de la Iglesia católica, ésta replicó con la Contrarreforma. Finalmente el clima político se encontraba convulsionado por los conflictos de religión y la pugna por el poder absolutista de las cortes europeas. Esta fractura política y religiosa condicionó de manera decisiva el cambio de visión del mundo y la aparición del nuevo lenguaje barroco.
Un carácter pesimista se deja ver en las obras que se produjeron en numerosos campos artísticos principalmente en la literatura, la arquitectura, la escultura, la pintura, la música y el teatro. La nueva sensibilidad barroca hizo de la ilusión, la ficción y el artificio los medios para proponer una realidad alternativa alejada del equilibrio renacentista apostando por la inestabilidad, lo complicado y difícil. El humanismo cultural anterior se convirtió en un humanismo vital, los ideales se derrumbaron revelando la penosa realidad que se tradujo en un sentir común de desengaño y desilusión, sin embargo aparece como contraste el afán vitalista de un individuo que reconoce su significación en el mundo y acepta la fugacidad de la vida, el paso inexorable del tiempo y el amor como yugo y salvación exaltando todo lo sensorial sin perder de vista lo espiritual, se intenta acercar la espiritualidad a los sentidos.
El Barroco fue un periodo en el que una cultura simbólica se apropió de los recursos de la retórica para persuadir a súbditos y fieles de las verdades que regían a la sociedad, así, cobraron fuerza diferentes tendencias artísticas como el naturalismo o un renovado clasicismo, no necesariamente opuestos entre sí, poniendo de manifiesto el sentido de paradoja que fue sustrato fundamental en la estética del Barroco.
Las imágenes religiosas fueron sometidas a un fin principal: convertirse en eficaz instrumento de divulgación de los temas de la fe, principalmente aquellos cuestionados por la Reforma.
El surgimiento de una nueva concepción de la imagen sagrada instauró las bases del nuevo lenguaje artístico del siglo XVII donde pese a las voluntades de control por parte de la iglesia, no quedó restringida la libertad expresiva del artista, sino todo lo contrario, gracias a la aparición de una nueva clientela cada vez más interesada en el coleccionismo que impulsó la consideración social del artista.
Para definir una obra de gusto barroco debemos considerar la tensión existente entre el sentir pesimista y vitalista del hombre de esta época. Es una estética de cariz transgresor, en la que no se respetaban las reglas y todo seguía el capricho del artista subordinado a la experiencia sensorial. La práctica literaria fue decisiva para el ámbito estético, en ella se potenciaron los aspectos retóricos de la expresión artística, no es casualidad que una de las principales virtudes en el terreno literario del barroco fuera la invención de metáforas brillantes, de alegorías o hipérboles, que suscitaron a la vez diversión y estupor, cuestiones que también acabaron impregnando a la imagen.
El arte se volvió ampuloso y ornamentado, se adoptaron formas más dinámicas y efectistas y se destacó un gusto por lo insólito y lo anecdótico, por las ilusiones ópticas, lo dramático y teatral. En el arte del barroco encontramos efectos forzados y violentos, fuertes contrastes de luces y sombras y una cierta tendencia al desequilibrio y la exageración. Sobresale un predominio del realismo como reflejo de la forma que tiene el hombre barroco de enfrentarse, en una época de penuria, a la más cruda realidad dando espacio para la representación de lo feo, de seres deformes, bufones o caricaturas en forma de crítica y sátira.
En definitiva, la expresión estética del barroco corresponde a la mentalidad de una época turbada y desengañada, lo cual se manifiesta en una cierta distorsión de las formas. Esta cultura visual marcada por grandes crisis políticas, religiosas y sociales, reflejó la forma de pensar y existir de un individuo determinado por el cambio, la mudanza, la transformación o la caducidad, una realidad que le descubrió al hombre lo efímero de su existencia y el carácter transitorio de todo cuanto le rodea.