Antigüedad. Vida, muerte y memoria

Estando aún en la Prehistoria ocurre un acontecimiento que supone un punto de inflexión determinante para el devenir de la humanidad: la invención de la escritura. A partir de este momento se da inicio, en sentido amplio y restringido a la Historia Antigua, lo que sucedió a partir aquel instante fue una transformación sustancial a nivel urbano y con ello social de las pequeñas y primitivas aldeas del neolítico. Supuso la formación de nuevas ciudades dando paso a una novedosa organización de estos grupos humanos que puso en marcha la aparición del poder político, la religión, la estratificación social de sus comunidades, el desarrollo del comercio, la creación de los primeros sistemas jurídicos y un importantísimo desarrollo cultural y artístico en torno a todas estas nuevas innovaciones. Estamos pues, frente al nacimiento de las primeras grandes civilizaciones.

Estos cuatro mil años de historia se desarrollaron en varios escenarios, en diversos momentos y en diferentes contextos geográficos, sucesivamente en Mesopotamia, Egipto, India, China, la cuenca del Mediterráneo con Grecia y Roma entre otras, la América precolombina y el resto de Europa, Asia y África.

Nos enfrentamos a un escenario en el que la actividad cultural y artística tiene fundamentalmente un carácter comunicativo, fueron sociedades de tradición esencialmente oral  en las que la imagen funcionó como medio de transmisión de mensajes manejando sus propios códigos y convenciones, por lo tanto el panorama de las representaciones es vasto y variado. El legado de estas civilizaciones es sin duda alguna inconmensurable, aún en la actualidad, la arqueología realiza permanentemente nuevos descubrimientos que nos dejan perplejos pese a la distancia cualitativa y cuantitativa que nos separa de aquellos tiempos, en muchos aspectos su influencia llega hasta nuestros días. En el campo artístico la transmisión de la estética del mundo antiguo prácticamente determina toda la concepción del arte posterior en occidente, importantes obras literarias como la Ilíada, la Odisea, el Código de Hammurabi, la Biblia o el Libro de los Muertos son fuentes permanentes para la cosmovisión occidental; la construcción de increíbles monumentos como las pirámides de Egipto, el Partenón, el Coliseo Romano, la Puerta de Ishtar o el Palacio de Cnosos (por nombrar tan sólo algunos ejemplos representativos), la escultura o la pintura, fueron alcances que se extendieron a toda la producción artística del Renacimiento y el Clasicismo del siglo XVII y que constituyen la herencia cultural más influyente del mundo occidental siendo por tanto su raíz.
No fue una simple casualidad que con la formación de la vida urbana y de las nuevas civilizaciones llegara acompasada la eclosión de nuevas formas de representación artística. Lo más probable es que los grupos humanos de aquellas sociedades vieran en el arte una función muy evidente, que tenía que ver más con aspectos funcionales o con el valor intrínseco de sus materiales que por cuestiones formales, tal y como nosotros entendemos todos los objetos de arte del mundo antiguo que hoy vemos en los museos. Estas representaciones artísticas tenían por tanto una función religiosa, política o como ejercicio de poder o de memoria histórica, así, el templo, la tumba o el palacio fueron los lugares en donde por excelencia tuvieron despliegue todos los esfuerzos de representación artística. Podemos por tanto deducir que no se trata de un arte de expresión individual, íntimo o autónomo, más bien, pretendía satisfacer funciones litúrgicas y necesidades de imagen de personas e instituciones (agentes sociales y políticos que son sujetos históricos), de esta manera, por ejemplo, alcanzamos a entender el gran esfuerzo que supuso el proyecto de construcción de las Pirámides de Gizeh en Egipto que se justificaba mediante la existencia de un propósito ideológico capaz de movilizar a una sociedad entera mediante el ejercicio del poder.

Pirámides de Gizeh. Egipto

No obstante, lo que permanece aún vigente en esta nueva forma de representar por medio del arte es el simbolismo, de esta manera, por esa necesidad de figuración ya instalada en la naturaleza humana, la evolución e innovaciones en el campo del arte de las civilizaciones antiguas es consecuencia del trabajo de búsqueda de los artistas que al elaborar nuevas soluciones formales fueron conformando avances y cambios en el arte de su tiempo para poder escenificar su nueva manera de entender el mundo y su actual organización.

Cuatro mil años de evolución requiere una periodización de la historia del arte (práctica pero artificial) que los expertos han dividido de acuerdo a las distintas civilizaciones donde surge, por lo que se deduce que unificar la concepción estética y artística de la antigüedad resulta no sólo una reducción insustancial sino que nos impediría reflexionar con detenimiento sobre el verdadero valor que empieza a aportar cada civilización, cada sociedad, a nivel cultural como representación de su propia cosmovisión. El arte de la Antigüedad centró el esfuerzo de representación artística en la motivación que la religión y el poder ejercía sobre estos pueblos, la megalomanía de sus gobernantes pobló el mundo antiguo de magníficos monumentos, palacios y tumbas con un propósito, que pese a las diferencias culturales, les identificaba a todos por igual: conseguir memoria y trascendencia tras la muerte. Una preocupación que impera aún en nuestros días.

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