Catacumbas: fe y oscuridad

El desarrollo del arte paleocristiano se produjo durante los cinco primeros siglos de nuestra era, se erigió como puente entre la cultura clásica y la cristiana y con él se da inicio a la época medieval.

Inicialmente la religión cristiana no tuvo libertad de culto por lo que los primeros cristianos celebraban sus ritos en condiciones de clandestinidad. Roma terminó por no aceptar el cristianismo debido a su condición de religión monoteísta que no reconocía los dioses tradicionales romanos ni aceptaba el culto al emperador, todo ello les supuso la hostilidad tanto del pueblo como de las autoridades políticas. La sencillez de sus ritos y ceremonias, a su vez, fue vista con desdén por los sectores intelectuales romanos. 


A causa de esta persecución se desarrollaron tres tipos de construcción que fueron los lugares donde los primeros cristianos pudieron practicar el culto sin temor a ser descubiertos por sus enemigos.


El primero de ellos fue la Domus ecclesiae que no eran otra cosa que casas particulares acondicionadas a las necesidades del culto.

Otro edificio de esta época es el martyrium, una estructura de pequeñas proporciones que albergaba la tumba de un mártir, conmemorando su suplicio, o en algunas ocasiones se erigió para conmemorar algún suceso de la vida de Jesucristo.

Quizá la más particular de estas construcciones del primer cristianismo fueron las catacumbas.

Los primeros cristianos, considerando que debían estar preparados para la resurrección, no aceptaban la cremación de los cadáveres y preferían la inhumación. En defensa de sus firmes creencias, decidieron emprender la construcción de grutas subterráneas excavadas en la piedra. Poco a poco fueron adquiriendo terrenos en las afueras de Roma que fueron perforando hasta construir estrechas y altas galerías formando verdaderos laberintos. Los muertos se depositaban en el interior de lóculos (en las catacumbas son un nicho sepulcral de forma rectangular) después de haber sido envueltos cuidadosamente en dos capas de tela.

Catacumbas de Santa Priscila. Roma

Los enterramientos situados en los lugares donde se cruzan varias de estas galerías (cubicula) presentan un nicho semicircular (arcosolium) bajo el que descansaba el cuerpo de algún mártir. Los creyentes se esmeraban en recoger los restos de sus muertos y mártires —huesos, cenizas, cadáver, objetos, elementos de su tortura, ropa e incluso sangre que había caído y se mezclaba con tierra—, y los guardaban en recipientes sellados para depositarlos posteriormente en los arcosolium.

Arcosolio. Catacumbas de Santa Priscila. Roma

Estos lugares apartados permitían, especialmente durante las persecuciones, reuniones comunitarias reservadas y discretas y se prestaban perfectamente para el uso libre de los símbolos cristianos.

Así, es en las catacumbas en donde se encuentran las imágenes más antiguas del arte paleocristiano, en estos lugares oscuros y estrechos el cristianismo comenzó a expresar sus creencias por medio de simbolismos y la representación de determinadas escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento, se trata de pinturas caracterizadas por su tosquedad y simplificación, elaboradas con colores planos y perfiles muy definidos. Este sería el inicio de lo que hoy se conoce como iconografía cristiana.

Pintura paleocristiana

Los símbolos se emplearon como medio para difundir las ideas y valores de la nueva doctrina, así por ejemplo, la vid representa la sangre de cristo, el pez alude a su nombre, el pavo real simboliza la inmortalidad o el ancla la esperanza del cristianismo.

Entre dichos motivos simbólicos se encuentra el crismón o monograma de Cristo, integrado por las dos primeras letras de su nombre en griego (X y P) entrelazadas, al que más tarde se le añadieron a los lados la primera y última letras del alfabeto griego (alfa y omega), que simbolizan el principio y fin de todas las cosas.

Crismón. Catacumbas de San Calixto. Roma

A partir de Constantino I el Grande, el crismón fue incorporado al estandarte de los emperadores romanos. El motivo fue una visión que tuvo antes de la Batalla del Puente Milvio contra Majencio. Se dice que Constantino vio el signo del crismón en el cielo junto con el lema “con esto vencerás”. El emperador venció y tras estas visiones y por el resultado militar de la batalla del Puente Milvio, Constantino se convirtió de inmediato al cristianismo.

Constantino I el Grande y el Crismón

Las catacumbas se convirtieron en auténticos cementerios laberínticos, una intrincada red de tumbas donde resultaba dificultoso moverse y tener visibilidad, aún hoy se considera peligroso adentrarse en ellas sin la compañía de un guía experimentado. Por lo que debemos situarnos en un escenario en el que pese al miedo a ser descubiertos, estos primeros creyentes cristianos supieron ejercer su fe, esperanza y caridad en un ambiente de estrechez y oscuridad imbuidos por una atmósfera sugestiva y conmovedora.

Sobre las catacumbas se construyó el último ejemplo de edificaciones de esta primera etapa del arte paleocristiano: la cella memoriae. Una construcción de pequeñas dimensiones en la que se celebraban actos de culto cuando hubo una mayor tolerancia con los cristianos.

Las atroces persecuciones no consiguieron impedir la difusión del cristianismo. En realidad, los cristianos fueron cada vez más.

Hacia el siglo IV, la décima parte de la población del Imperio se había convertido al cristianismo, había cristianos en el ejército, en la administración del Estado y hasta en la propia familia imperial.

En el año 313, se promulga el Edicto de Milán mediante el cual se reconoció la libertad de expresión a todas las religiones y entre ellas a la cristiana.

Con el fin de la persecución cristiana, surgen con un rapidísimo y espectacular crecimiento, construcciones que ahora son emblemáticas para el ejercicio del culto cristiano como las basílicas, los baptisterios o los mausoleos.

El asedio a los cristianos fue atroz, iba desde el encarcelamiento hasta el azotamiento, tortura y ejecución de creyentes, o en el mejor de los casos, el menoscabo de todos sus derechos públicos.

Catacumbas de San Calixto. Roma

En medio de este ambiente de terror constante, los primeros cristianos plasmaron sus creencias en el único lugar donde eran invisibles para los romanos: las catacumbas. En ellas expresaron sus creencias, esperanza y fidelidad de forma humilde y simbólica. A la luz de trémulas candelas fueron dejando fijado símbolos para la posteridad, en medio de la eternidad de la muerte de sus seres queridos, de lo más importante que poseían: una inmensa fe.

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